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“Como lector, te parece que Jack estuviera hablando, y no escribiendo. […] Jack es para la literatura lo que Charlie Parker fue para la música o Jackson Pollock fue para la pintura”, rezan las palabras introductorias. Kerouac sería, pues, uno de los maestros de la improvisación, del “habla cotidiana” y, en ese sentido, habría sabido registrar el pulso de la calle, el ritmo aleatorio y aliterado de la charla popular diaria, de manera que entroncaría con el viejo ideal romántico que, desde los poemas de Wordsworth (escritos “con la intención de averiguar en qué medida el lenguaje de las conversaciones de las clases sociales medias y bajas se adapta a los propósitos del deleite poético”, leemos en la Advertencia a sus Baladas líricas) hasta las grabaciones con casete en mano en lugares de reunión pública de algunos contemporáneos nuestros, quiere reproducir el carácter vivo y espontáneo (y, con ello, más cierto y real, pues surge desde las entrañas) del habla casual. Pero no se puede pasar por alto el hecho de que el propio Kerouac titulase este volumen, publicado ahora por vez primera, Libro de bosquejos (o de bocetos, si se lo pretende alinear con las artes plásticas): fragmentos, recortes, proyectos, lo cual se presta a una doble lectura. La primera, que están rotos, que les falta cohesión; o bien: que son los trazos fundamentales que apuntan a lo primordial, a lo que no admite churriguerismo ni platería, al corazón de las cosas. No son, aunque a primera vista lo parezcan, los poemas posteriores, los Blues de San Francisco o de la Ciudad de México (“los bosquejos no son poesía”, leemos en la primera página, manuscrita, del libro); lo que se recoge aquí son los cuadernos que Kerouac llevó en todo momento consigo durante sus extensos viajes por los tres países norteamericanos, después de que le invadiese un sofocante sentimiento de insatisfacción tras haber completado su primera versión de On the Road, y que, a la postre, le llevaría a revisar su novela de fama mundial y a utilizar esa misma técnica en algunos otros textos (en Visions of Cody, por ejemplo). Sin embargo, y que nos perdone Kerouac, nos suena como el más generoso y vivo, el más whitmaniano, de los poemas escritos sobre América.

[Jack Kerouac, Book of Sketches: 1952-1957 (Introducción de George Condo), Nueva York y Londres: Penguin, 2006, 415 pp.]

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