Los comienzos nunca resultan sencillos, de manera que para no liarnos más de la cuenta, empecemos por el título: El vino de la juventud. Múltiples asociaciones subconscientes, para los que aún nos sabemos bajo la tenue influencia católica de nuestra juventud: bandejas, cestillos para la colecta, dirigir la vista a los cielo pues allá en lo alto ha de estar la fuente de la gloria, el motivo de la vida, la alquimia del nada-por-aquí, nada-por-allá que transforma el vino en sangre, el pan en carne. La prestidigitación elevada a la enésima potencia. El vino es aún vino, y el pan, pan, mas, por arte de birlibirloque, vemos lo que creemos ver. Regresamos así al tiempo de los cirios quemándose lentamente, de las estancias impregnadas de agrio incienso, del confesionario burlón y yemas de los dedos rozándote la punta de la lengua. Pero la España nacional y católica de los años setenta no es el suroeste americano católico y obrero de los ’30, el de los barrios de emigrantes italianos empleados en la construcción, el campo, las fábricas, las conserveras, los mataderos. Caracterización de personajes. Primero, la madre: “From the beginning. I hear my mother use the words Wop and Dago with such vigor as to denote violent distate. She spits them out. They leap from her lips. To her, they contain the essence of poverty, squalor, filth. […] As I begin to acquire her values, Wop and Dago to me become synonymous with things evil. But she’s consistent” (“Desde el principio. Mi madre usa las palabras Wop y Dago con la intención de que su contundencia las haga rebosar de aversión. Las escupe. Le saltan a borbotones de la boca. Según ella, contienen la esencia misma de la pobreza, la inmundicia, la sordidez. […] A medida que voy interiorizando sus valores, Wop y Dago se convierten en sinónimos de todo lo malvado. Y su práctica es constante”). “Wop” es el término despectivo con el que el estadounidense blanco y protestante se refiere al individuo de ascendencia italiana; “Dago” se usa en el mismo contexto, pero en tiempos de Fante incluía, además, a españoles, portugueses y, en general, latinoamericanos. Hoy día sólo alude a los italianos, con una inmensa carga despectiva. Así pues, la traducción de esos términos como “italianini” o “espagueti” u otros vocablos similares se habría quedado corta. No valdría en español. Más detalles terminológicos. “Dago red” es, por otra parte, “vino barato” o “tintorro”, por ser el tinto que beben los “Dagos”, claro. Para este término la amplitud de uso es universal, pues no importa la procedencia del vinarro: sea o no italiano, es “Dago red”. Y ahora llega el instante del conejo que brinca de la chistera: esta colección de relatos que hoy comentamos incluye el primer libro de relatos de Fante, de 1940, al que se le suma otra media docena de relatos posteriores. El título del primer libro de relatos era, precisamente, Dago Red. ¿Qué les parece? Llega entonces el turno del retrato paterno: “La de padre no lo es. Le preocupa poco cómo dice las cosas. Sus estados de humor dictan sus juicios.” Y prosigue de esa guisa, detallando que Cristóbal Colón era un Wop genial, como también lo era Caruso, según su padre, al igual que sus amigotes y sus cuñados. Ya sugerí que los comienzos no suelen ser fáciles. Sigo en mis trece.

[John Fante, The Wine of Youth. Selected Stories, Santa Rosa, CA: Black Sparrow Press, 1997, 269 pp.]

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