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El único que en los últimos tiempos se ha ocupado de la poesía de Delmore Schwartz en nuestro país con una nota introductoria y la traducción de “Seis poemas” (que, en realidad, son siete) ha sido Luis Javier Moreno para la revista de la “Fundación Caballero Bonald” hace unos dos años y pico. Lo cual resulta no sólo reprobable, sino hondamente desconcertante, tratándose de uno de los poetas fundacionales de la escuela neoyorquina que lo vincula a Robert Lowell, John Berryman y Randall Jarrell, entre otros. El mismísimo Allen Tate lo llegó a comparar, en lo que de cariz desafiante tenía su lenguaje poético, a la irrupción que supuso la díada Pound-Eliot en las letras anglófonas, y algunos de sus poemas han sido calificados como ilustres ejemplos de la mejor poesía estadounidense del siglo XX. Hijo de emigrantes judíos, estudió en la universidad de Wisconsin cuando el Modernismo de corte confesional hacía furor en su país, para dejarse más tarde engatusar por la filosofía (su maestro fue el ínclito A. N. Whitehead), que lo llevó hasta Harvard. En el enfrentamiento entre poesía y filosofía acabó haciéndose la primera con el dominio de su voz, pero no sin que la segunda actuase como pilar y fundación de sus edificaciones líricas. No en vano, de la filosofía aprendió la descripción fluida, el matiz discreto, el concepto cristalino y la insobornable presencia de lo existente (“If you look long enough at anything / It will become extremely interesting; / If you look very long at anything / It will become rich, manifold, fascinating”: “Si miras algo durante el tiempo suficiente / Te parecerá extremadamente interesante; / Si miras algo durante mucho tiempo / Se volverá opulento, plural, fascinante”). La poesía de Schwartz alterna la torpeza del cuerpo cojitranco (“The heavy bear who goes with me, / A manifold honey to smear his face, / Clumsy and lumbering here and there, / The central ton of every place, / The hungry beating brutish one / In love with candy, anger, and sleep”: “Este oso tan pesado que conmigo va, / Con los hocicos embadurnados en miel, / torpe y desmañado de acá para allá, / El peso pesado dondequiera que está, / El más violento, bruto y voraz, / Enamorado de los dulces, la ira y el sueño”) con los sones matutinos en los que chirrían los grillos y los pájaros cantan despreocupados, así como los personajes clásicos (Platón, Bruto, Coriolano) con la sensibilidad moderna y contemporánea (Baudelaire, Freud, Seurat). Fallecido ignominiosamente a los 53 años, dejado a su suerte en un hotelucho ruinoso de Manhattan, alcoholizado, infame y aquejado de una indecible enfermedad mental, la obra poética –y narrativa– de Delmore Schwartz reclama hoy la atención de la que inmerecidamente se le ha despojado durante medio siglo.

[Delmore Schwartz, Selected Poems (1938-1958): Summer Knowledge, Nueva York: New Directions, 1967 (1959), 240 pp.]

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